30.10.06

jueves, 30.10.1806 – Punta del Este y Gorriti

El teniente coronel Vassal tomó la batería de doce piezas que había en Punta del Este, mientras que Popham hacía lo propio con las 20 piezas de la isla de Gorriti.

Tomado el armamento, los ingleses acantonaron todas sus fuerzas en Maldonado, esperando los refuerzos del otro lado del Atlántico que llegarían dos meses y medio después. Según Samuel Walters, la toma de Maldonado se había decidido ya “que la fuerza disponible era demasiado débil para atacar Montevideo y dado que se esperaban refuerzos en poco tiempo más, convenía esperar utilizando mientras tanto a Maldonado, como base para aprovisionarse de alimentos frescos”.

En los siguientes días, las autoridades de Montevideo enviarían al teniente de fragata Abreu con 400 hombres para rodear Maldonado y hostigar a los ingleses. Pero Abreu cometió la imprudencia de enfrentarlos en campo abierto, cerca de San Carlos, con un resultado desastroso: él murió y sus fuerzas fue dispersadas. Posteriormente, el teniente coronel José M. Moreno dirigiría un cerco de guerra de guerrillas sobre Maldonado, que pondría en aprietos a los ingleses.

Las noticias de la toma de Maldonado llegaron a Luján, muy rápidamente, motivando el festejo del general Beresford y sus oficiales, con ostentosos brindis, que provocaron la indignación y queja del alcalde de la villa de Luján, don José Lino Gamboa, en un oficio al Cabildo de Buenos Aires contando lo ocurrido, protesta que fue discretamente ignorada.

29.10.06

miércoles, 29.10.1806 – desembarco en Maldonado

Al día siguiente del bombardeo a Montevideo, 400 hombres del regimiento 38, al mando del teniente coronel Vassal, desembarcaron y tomaron posesión de Maldonado, defendida por el capitán Borras con 230 blandengues y 4 piezas (dos de ellas tomadas por los británicos).

El teniente Samuel Walters recordó, en sus memorias, lo sangriento de la toma de Maldonado: “las azoteas estaban cubiertas de hombres armados e inmediatamente que nuestros camaradas entraron en la ciudad comenzaron a disparar sobre éstos por lo cual un gran número de los nuestros cayó”.

28.10.06

martes, 28.10.1806 – bombardeo a Montevideo

Pese a las órdenes en contra recibidas, John James Backhouse se asoció con Home Popham para un ataque a Montevideo. La intención era bombardear la ciudad y lanzar un ataque de las fuerzas de Backhouse para tomar la muralla frente al río. El plan fracasó, tras tres horas de bombardeo sobre Montevideo, porque los barcos ingleses debieron alejarse de la orilla, por lo bajo que estaba el río, atentando contra la eficacia del bombardeo. Popham decidió suspender el desembarco y marcharon hacía la bahía de Maldonado.

23.10.06

sábado, 23.10.1806 – fiebre del sábado por la noche

“Mejor diversión fue sugerida con el reestablecimiento de la noche del sábado, cuando toda nuestra sociedad se reunía debajo de un árbol amigo que se alzaba en los campos. Cada socio traía su herramienta, su botella y su jarra, y en el centro del grupo se encendía un fogón, en torno del que cada uno a su turno estaba obligado a cantar una canción, o contar un cuento. Muchos de los paisanos llamados peones se paraban cerca y participaban de la hilaridad. Para ellos era una vista extraña, pues casi nunca vi a un nativo que gozase de un torrente de alegría fuera de lo común y, excepto en las disputas, raramente he oído sus voces levantarse del tono ordinario. Cuando difieren en opinión, hablan ligero y fuerte, con lo que corresponden a sus gestos; rasgos del carácter que heredan de su progenitores europeos. La persona neutral que no los conozca, concluiría por esto dos síntomas, que sus querellas posiblemente no terminarían sin derramamiento de sangre, pero, a menos que se susciten por pérdidas de juego, siempe se mitagan en paz”

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

22.10.06

viernes, 22.10.1806 – amadlos!

“Amadlos, os exorto, amadlos de corazón, porque son nuestros hermanos. (…) Vendrá el tiempo en que, restituidos a la paz, nos abrazaremos mutuamente y hagamos alarde de aquella hospitalidad que agrada al Ser Supremo, que predica el amigo de los hombres, y que cubre de interminable gloria al pueblo feliz que dignamente la ejercita”.

“El observador de Buenos Aires”, seudónimo del anglófilo escritor que escribió estas palabras en un artículo publicado en un diario porteño, Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (Director: Hipólito Vieytes).

20.10.06

miércoles, 20.10.1806 – carta a un preso

“Amigo mío: Recibí la de vuestra merced de esa Villa de Luján a donde celebro llegase sin novedad con el Morito, y creo que en él iría vuestra merced más cómodo que ninguno de sus compañeros oficiales. (Le envío) una pieza de satén oscuro, que me parece será a propósito para el pantalón que vuestra merced quiere hacer para el verano. (…) Las cartas para su queridita y Vieytes fueron entregadas, y de la primera se adjunta respuesta”.

Fragmentos de una carta de don Antonio de las Cagigas, vecino de Buenos Aires, miembro del Real Consulado, al capitán James Frederic Ogilvie, oficial prisionero en Luján. La nota revela las amistades realizadas por los británicos en su liberal prisión en la ciudad. Anoten este nombre: Ogilvie. Lo volveremos a ver, en los próximos días.

17.10.06

domingo, 17.10.1806 – distribución de oficiales

“Los arreglos dispuestos el 17 de octubre eran que treinta oficiales con sus asistentes permaneciesen en San Antonio y los demás de distribuyesen en las estancias cercanas”.

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

16.10.06

sábado, 16.10.1806 – San Antonio de Areco

“Ya de día el 16, renovamos nuestros trabajos y después de cruzar un brazo del río que estaba cerca, llegamos al pueblito de San Antonio de Areco. Una seca, la calamidad más grande que acontezca en aquellas regiones, había ocurrido este año y esos arroyitos, a que el ganado acostumbra acudir, los había totalmente absorbido. Sus osamentas estaban desparramadas tan espesamente en nuestro camino no frecuentado, que el aire se impregnaba en una gran distancia y en tal grado que ni los perros cimarrones, ni los pájaros posados sobre ellas en bandadas pudieron dulcificar.

(…)

El pueblito de San Antonio de Areco está muy lindamente ubicado en una loma, en medio de cercos cuadrados de frutales, compuestos de durazneros, higueras, nogales, perales y algunos otras clases. El río que lo pasa nace pocas millas al sur y desagua en el Paraná, cerca de Las Conchas. Hay una iglesia hermosa construida de ladrillo, con torre, teniendo un cura regular y un ayudante.

(…)

Este pueblito se convirtió en nuestro lugar de reposo durante casi tres meses y daba los pasatiempos de pesca, crickcet, caza y cabalgar”.

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

15.10.06

viernes, 15.10.1806 – Capilla del Señor

“A mediodía del 15 de octubre partimos, después de dejar catorce de nuestros compañeros en el lugar, conforme a las órdenes del gobierno español. Nuestro rumbo era noroeste y el campo se hizo algo variado por sus desigualdades. Vastas multitudes de teros pichones haciendo gran ruido volaban en torno nuestro, y grandes grupos de perros cimarrones, que viven y procrean en cuevas, se veían buscando agua y alimento”.

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

14.10.06

jueves, 14.10.1806 – Capilla del Señor

“A las cinco de la mañana salimos para Capilla del Señor por un camino muy poco frecuentado. Las órdenes dadas al comandante de la guardia eran de apartarse de las sendas trilladas, como para hacernos perder e impedir nuestras observaciones. Muchos perros, muchos más ansiosos de viajar que nosotros, se nos habían juntado en la línea de marcha y proporcionaban gran diversión.

(…)

Después de pasar por una pampa cubierta de trébol y miles de ganado salvaje, llegamos al pueblito Capilla del Señor, a las dos de la tarde del 14 de octubre, que está a setenta millas de Buenos Aires y veinte de Luján. Allí hay una capilla dedicada a la Virgen, un río abundante de pescado pasa cerca, pero es demasiado insignificante para tener una casa de justicia.

(…)

Había un sacerdote aquí con quien conversaron algunos de nuestro grupo, pero yo entendí que su intelecto era tan débil como sus sentimientos liberales. Como a ninguno de nosotros le fue permitido entrar en la iglesia, algunos durmieron al abrigo del pórtico. El río mencionado nace pocas millas arriba de este pueblito y desagua en el Paraná, cerca de donde también cae el de Las Conchas”.

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

13.10.06

miércoles, 13.10.1806 – condenados al éxito

“La mañana siguiente examinamos este lugar que contiene más de 200 casas, de las que no más de tres son de altos, y las calles, si merecen es nombre, corren en ángulos rectos y son muy angostas. Las construcciones son de barro, pero la iglesia es hermosa, con una especie de cúpula y por fuera semejante a las capillas de nuestro país. La ceremonia religiosa no tiene nada degradante en sí misma y, por el contrario, complace haciendo lo razonable, y aún más, es un sacrificio agradable.

Hay, demás, un Cabildo que se convirtió en alojamiento del general Beresford y los oficiales que permanecieron con él.

(…)

Después de la llegada de las carretas, generalmente resolvimos hacerlas dormitorios en el futuro, por la experiencia de los alojamiento incómodos que hasta aquí se nos habían proporcionado. La tarde del 13 de octubre las acompañamos a caballo e hicimos alto en un campo limitado de trébol durante la noche. Pronto se encendieron fogones por los carreros, se carneó algún ganado de una pequeña tropa que se nos había unido y se preparó la cena. Nuestros domésticos rondaban las osamentas con ojos de buitres, prontos a lanzarse a los primeros pedazos favoritos, que eran traídos al asador temblando en todos los tendones. Nuestro refrigerio esa noche se compuso de algunas tajadas delgadas que, ensartada en palito con punta en ambos extremos, se clavaba en el suelo y ocasionalmente se invertían las puntas, hasta que la carne se asaba, o, más propiamente, se quemaba. El fuego se mantenía encendido con grandes pedazos de gordura echados en la brasa, y de cuando en cuando un poco de matorral o algunos yuyos. La facilidad con que se procura alimento en estas llanuras, la prontitud con que se puede preparar o curar y las privaciones de pan, licores espirituosos y sal, no sentidas por todo sudamericano, lo califica especialmente para todas las operaciones militares. Solamente necesitan inspirarse en un espíritu de bien dirigido entusiasmo y en un sentimiento de gloria, para levantarse de su apatía habitual y hacerse los primeros soldados del mundo. Su resistencia en esas ocasiones sobrepasa su sobriedad, pues con frío o calor el peón ambulante reposa profundamente bajo la bóveda del cielo, con la tierra por lecho, su poncho por abrigo y un recado de almohada. Tiene también una vigilancia muy sutil por la noche. Con tales medios físicos, y estos tan fáciles de sostener con los recursos intrínsecos del suelo, la provincia de Buenos Aires no puede fracasar en conquistar y mantener su independencia”.

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

12.10.06

martes, 12.10.1806 – acciones en la otra orilla de Plata

La flota de Backhouse llegó finalmente al Río de la Plata y allí, de boca de Popham se tuvo conocimiento de la caída de Buenos Aires. Pese a las órdenes en contra, Backhouse se puso a las órdenes de Popham y juntos planearon tomar Montevideo, previo bombardeo a la ciudad.

Ese mismo día, llegaba a la ciudad de Montevideo, el virrey Sobremonte con cerca de 3 mil hombres, que había reclutado para la Reconquista de Buenos Aires, a la que llegó tarde. No fue bien recibido por el pueblo montevideano: ya se había corrido su fama de mufa. La gente se reía de él en la calle y hasta el Cabildo insinuó que saliera de la ciudad, sugerencia que rechazó. Fue tal la presión, que terminó instalando su puesto de mando en Las Piedra, a cuatro leguas de Montevideo.

Mientras, la ciudad se preparaba para el inminente ataque inglés, encabezado por Ruiz Huidobro, pero con interferencias del Cabildo, aún en asuntos militares, disenso inconveniente para los días que iban a venir.

martes, 12.10.1806 – en camino a Luján

“Al alba todos volvimos a montar el 12 de octubre los mismos caballos que habían sido llevados a pastar durante la noche con dos personas para cuidarlos. Las molestias de es día fueron muchas y penosas, que la vista perpetua de una llanura nivelada y lozana cubierta de ganado y el herbaje con maizales y trigales no podían desviar o suavizar. Llegamos a una posta a las diez, a cuatro leguas de Buenos Aires, donde vimos algunos de nuestros bravos muchachos que llevaban nuestro mismo destino y donde con cortante apetitos nos regalamos con huevos y tocino.

(…)

Salimos de esa posta a las 2 p.m. Muchos de nosotros nunca habíamos montado durante años, cuyas angustias es mejor imaginar que describir. Si la comodidad alguna vez deriva del infortunio ajeno, era ahora liberalmente dispensada por la mutua simpatía, que se mostraba entre el jinete torturado y la bestia maltratada, y a veces, hubieran convenido pronto en cambiar papeles y tareas. Aumentan esos sufrimientos los estribitos de madera de nuestros recados, de forma triangular y tan estrechos que apenas admitían el dedo grande y no ofrecía apoyo a la pierna cansada. Estos se usan siempre por las clases inferiores y son de madera. El mayor Tooley bondadosamente me prestó los suyos de hechura inglesa; de otro modo no puedo decir lo que personalmente hubiera sido de mí. Este día vi muchas lechuzas, que se meten bajo y tierra, y cruzamos una tropas de sesenta carretas de Mendoza con vino para Buenos Aires.

(…)

Con el crepúsculo los aspectos y las actitudes de nuestra desparramada retaguardia eran a la vez risibles y lastimosos. Uno se sentaba como mujer y otro doblado, mostrando todos las flaquezas de la edad, mientras un tercero casi deshecho se había desmontado, acostándose sobre el suelo en desesperación. Había muchos síntomas visibles de rodar, patear, caer. A seis leguas de Buenos Aires cruzamos el río de Las Conchas, que desagua en el Plata. El general Beresford y los oficiales que iban bien montados, llegaron a Luján a eso de las 4 p.m.; otros a las 7, con el aspecto más lamentable a causa del polvo y la fatiga; y, en lo tocante a mí, fueron las 11 de la noche antes que llegase, aunque la torre de la villa se veía y parecía cercana cinco horas antes. Todos teníamos alojamiento con los habitantes y fuimos bien tratados por todas las criaturas del pueblo, exceptuando las pulgas, que demostraron gran parcialidad por la sangre inglesa y total falta de sentimiento por nuestros cuerpos cansados”

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

11.10.06

lunes, 11.10.1806 – sale Beresford

“Los jóvenes de ambos sexos demostraron gran simpatía cuando oyeron de nuestra ida, que fue ordenada la tarde del 11. (…) El único y último testimonio de respeto, que era posible demostrar a las ramas menores de nuestros hospitalarios protectores, fue invitar a comer a tantos de ellos como la casa pudiese contener, para beber el vaso de despedida y darnos un mutuo adiós. Nos reunimos de costumbre en Los Tres Reyes para la ocasión y después de haber proporcionado mucho deleite a nuestros amigos criollos, como también haber dado y recibido las bendiciones de esos humildes, pero dignos publicanos, toda la cabalgata entró en la Plaza Mayor, la tarde del 11, donde un número inmenso de caballos del rey estaban ensillados y enfrenados y listos para el viaje. (…) Todos nuestros compañeros sudamericanos se afectaron grandemente, nos ofrecieron sus servicios en cualquier época futura, y después de montar nuestro ganado ruin, nos dimos las manos, salimos a galope y pronto nos perdimos de vista. Pude discernir que esta parte de la escena fue poco agradable para los españoles. El general Beresford, con su estado mayor, iba adelante en un coche a esa misma hora y habiendo salido las carretas por la mañana temprano, habían ido más allá del lugar de descanso que se nos había señalado hasta el día siguiente.

Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

El general Beresford, en agradecimiento a su anfitrión Félix de Casamayor, le obsequio su catalejo de campaña, el mismo con el que vio Buenos Aires, por primera vez, sobre la borda del barco que arribó al Plata, hoy en el Museo Histórico Nacional.

lunes, 11.10.1806 – zarpa Auchmuty

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A bordo del Ardent, zarpa del puerto de Falmouth, sir Samuel Auchmuty, al mando de 3.610 hombres, con destino al Río de la Plata, para reforzar la conquista de Buenos Aires. La nave estaba al mando del capitán Donelly, ex comandante del Narcissus (la nave que llevó el tesoro de Buenos Aires a Gran Bretaña) y tenía como ayudante general al teniente coronerl Bradford, como cuartelmaestre al teniente coronel Bourke y como su segundo al general de brigada de caballería Lumley.

9.10.06

sábado, 09.10.1806 – con destino: el Interior

“Después de larga expectación entre la esperanza y el temor, circuló generalmente, en la mañana del 9 de octubre, que nuestro destino estaba inevitablemente fijado en el interior y que iban a entrar en la ciudad las carretas para trasportarnos. Estos informes fueron confirmados por nuestros dueños de casa en la tarde, y nos aconsejaron prepararnos para un largo viaje que prometía pocas comodidades en el camino”.
Del libro de memorias del capitán ALEXANDER GILLESPIE.

2.10.06

miércoles, 02.10.1806 – reconocimiento a Beresford

“El Consejo General, reunido en la Cámara del Guildhall de la ciudad de Londres, el jueves segundo día de octubre de 1806, resolvió por unanimidad que las gracias de esta Corte fueran dada al Mayor General Beresford, y a los oficiales y tropa de su mando, por su muy valiente conducta, y por los importantísimos servicios por ellos prestados en la conquista de Buenos Aires, abriendo a la vez una nueva corriente de comercio a las manufacturas de la Gran Bretaña y quitando a sus enemigos una de las más ricas y extensas colonias de sus dominios. Se resolvió por unanimidad que la ciudadanía honoraria de esta ciudad y una espada al valor de doscientos guineas, sean presentadas al Mayor General Beresford, como testimonio de la alta estima que esta Corte tiene de sus meritorios servicios”.

Reconocimiento del Consejo General de la Ciudad de Londres al general Beresford