29.9.06

miércoles, 29.09.1806 – nueva carta de Grenville

En otra carta del jefe de gabinete británico Grenville, al Ministro de RR.EE., manifiesta el temor de que la paz que se está negociando en París exija la entrega de Buenos Aires. Hace votos para que, por lo menos, se consiga comercio libre con ese puerto, con los derechos aduaneros reducidos implantados por el gobernador Beresford.

25.9.06

sábado, 25.09.1806 – de la prensa británica

“Tal es la fertilidad del suelo, que Buenos Aires, en poco tiempo será probablemente el granero de Sudamérica”

(…)

“Las mujeres de Buenos Aires se consideran las más simpáticas y hermosas de toda Sudamérica, y su manera de vestir denota un gusto superior”

(…)

“El comercio de esta región bajo el ordenamiento británico, promete ser sumamente ventajoso para ella, y podría abrir mercados de incalculables posibilidades para el consumo de manufacturas británicas. En la medida en que las cargas impuestas a los habitantes sean disminuidas por el gobierno británico, sus medios de comprar nuestros productos se verán incrementados, y el pueblo, en lugar de permanecer andrajoso e indolente, se hará industrioso, y llegará a la mutua competencia por poseer no solo las comodidades, sino lo lujos de la vida”.

THE TIMES

22.9.06

miércoles, 22.09.1806 – entra Auchmuty

Grenville, jefe de gabinete inglés, escribe a lord Lauderle (enviado inglés a París) confesándole que, personalmente, no estaba entusiasmado con meterse en Sudamérica, porque era más fácil meterse allí que salir. Pero, ante el impacto en el pueblo británico que tuvo la captura de Buenos Aires (a caballo de la propaganda de Popham y sus agentes), hace difícil la devolución de la colonia.

Ese mismo día, el gobierno inglés le da las instrucciones a Sir Samuel Auchmuty en su expedición de apoyo a la conquista de Beresford. En las instrucciones dada este día, se le dice que si, por desgracia, Buenos Aires hubiera sido retomada, Auchmuty debería posesionarse de cualquier punto en el Río de la Plata y esperar los refuerzos, para intentar la retoma de Buenos Aires.

21.9.06

martes, 21.09.1806 – política whig

El Secretario de Guerra William Windham contestó los despachos militares del general Beresford (ignorando que, en ese momento, el gobernador británico en Buenos Aires, estaba preso). En esa contestación se delinea la política del gabinete whig, de conquista y no de independencia para liberar mercados, como era la idea del gobierno conservador.

En primer lugar, le comunica que, tras las noticias de la exitosa toma de Buenos Aires, quedó disipada las preocupaciones del gobierno que habían trascendido en los anteriores despachos. Que el rey aprobaba la conducta de Beresford y de su tropa, aprobando las primeras medidas como gobernador.

Ahora, el gobierno había decidido, al disponer de mayores fuerzas, asegurar la posesión en el Río de la Plata y que el gobierno había comunicado a Sir Samuel Auchmuty que partiera al Plata, para ponerse a sus órdenes. Además, se estaba organizando otra expedición, al mando del general Robert Craufurd para conquistar Chile.

Windham daba instrucciones a Beresford para no dar garantías a los criollos de que Buenos Aires no sería devuelta a los españoles, en caso de un acuerdo con España. Pero que debería asegurarles que, en caso de una devolución, Inglaterra tomaría medidas para protegerlos por la ayuda dada a los británicos.

20.9.06

lunes, 20.09.1806 – proclama

“La ciudad principal, villa y fortaleza de Buenos Aires y sus dependencias han sido conquistadas por las fuerzas de Su Majestad, por lo tanto tiene el agrado de ordenar y declarar y con ésta se ordena y declara que todos sus amados súbditos pueden comerciar lícitamente, desde y a la citada ciudad”.
Proclama de SMB Jorge III
(20/09/1806)

lunes, 20.09.1806 – desfile en Londres

“A las siete en punto de las mañana, los Leales Voluntarios Britanos se congregaron en St. James’Square y después de disparar tres salvas prosiguieron hasta Clapham, a fin de escoltar hasta la ciudad el tesoro desembarcado del Narcissus, en Portsmouth” relata un testigo presencial, John Fairnburn “A su llegada a Claphamn encontraron el desfile consistente en ocho carretones, tirado cada uno de ellos por seis caballos, adornados con banderas, pendones y cintas azules. En las banderas estaba inscripta la palabra ‘Tesoro’

Los precedía una pieza de artillería de bronce tomada al enemigo. El primer carretón llevaba el estandarte virreinal del Perú desplegado por un marino real; el segundo y tercero, las enseñas tomadas de los muros de Buenos Aires, y los siguientes, las insignias navales inglesas azuleas, rojas y blancas, mostrando el conjunto la más triunfal y grandiosa apariencia. Durante su procesión hacia la ciudad, los Leales Britanos, al mando del coronel Davidson, marcharon a la cabeza de los carretones y el coronel Prescott con los Voluntarios de Clapham los escoltaron a retaguardia. Una muy excelente banda perteneciente a este último regimiento interpretó durante la marcha ‘God Save the King’, ‘Rule Britannia’, etcétera, y el corazón de todos los británicos se regocijó ante la visión de la escolta.

Tras haber entrado en Londres se detuvieron en el Almirantazgo y luego prosiguieron por Pall-Mall hasta St. James’Square, donde la procesión hizo un alto ante la casa del coronel Davidson y la señora Davison obsequió un par de enseñas con la leyenda ‘Buenos Aires, Popham, Beresford, Victoria’ escrita en letras de oro sobre seda azul, rodeadas por ramas de laurel. El tesoro pasó luego a través de la city hasta el Banco, donde se depositaron más de dos millones de dólares. En el frente de cada carretón figuraban las palabras ‘Caja del Tesoro’.

En las ventanas se agolpaba una cantidad poco común de espectadores ansiosos por ser testigos del triunfo de la Vieja Inglaterra. El capitán Donnelly, del Narcissus, participó de la procesión en una silla de posta”
.

Ese mismo capitán Donnelly recibió, por entregar el tesoro, 5500 libras como flete, una comisión del 2% sobre el total, sin perjuicio de lo que le tocara como capitán, en la repartición a su ejército por la toma de Buenos Aires.

“El tesoro siguió por la city hasta el Banco de Inglaterra, donde se depositaron más de un millón de dólares”.

17.9.06

viernes, 17.09.1806 – llegó el tesoro

Se desembarcó el tesoro proveniente de Buenos Aires, que había llegado a Portsmouth cinco días antes. El tesoro fue cargado en 8 carros, cada uno arrastrado por 6 caballos, promediando 5 toneladas de pesos plata por coche. Cada carro tenía pintada, en los lados, la palabra “Treasure”. Los primeros carros portaban las banderas tomadas en Buenos Aires (en el primero, la bandera española del Fuerte arriada por Beresford); el resto llevaba banderas británicas. Dos cañones tomados en Quilmes cerraban la caravana que fue despedida por el pueblo de Portsmouth, rumbo a Londres.

15.9.06

miércoles, 15.09.1806 – novedades en la colonia

Mientras en Gran Bretaña se festejaba la conquista de una colonia que ya había sido retomada por sus conquistados, en Buenos Aires Santiago de Liniers se instaló en el Fuerte, pasando a vivir en los aposentos que antes eran del virrey Sobremonte.

miércoles, 15.09.1806 – libre competencia

Se efectuó una reunión en el Ministerio de Comercio británico, entre los ministros y los jefes comerciales que operaban con Sudamérica. Si bien en un primer momento se había coincidido en la conveniencia de abrir el comercio de la nueva gema del Imperio, no sólo a los ingleses sino a todos los países neutrales. Pero poco tardaron en darse cuenta que esto favorecía a los Estados Unidos que, al no estar en guerra con nadie, le sacaría ventaja a los barcos mercantes británicos.

Ante esta posibilidad, se convino limitar el comercio sólo a los barcos ingleses.

miércoles, 15.09.1806 – de la prensa británica

“Es casi indudable que toda la colonia del Plata tendrá la misma suerte que Buenos Aires; y de las esperanzas lisonjeras presentadas a sus habitantes, en la proclama del general Beresford, ellos verán que está en su propio interés ser colonia del Imperio Británico”

(…)

“Como resultado de semejante unión, tendríamos un mercado continuo para nuestras manufacturas, y nuestros enemigos perderían para siempre el poder de sumar los recursos de esos ricos países a los otros medios que tienen de hacernos daño”

(…)

“Este país está ahora en una posición mucha más orgullosa de la que ha estado desde que comenzaron las negociaciones con Francia. En Calabria, la excelencia y superioridad de las tropas británicas han sido demostradas al enemigo y a toda Europa. Por nuestro éxito en el Plata, donde un pequeño destacamento británico ha tomado una de las más importantes y ricas colonias españolas, Bonaparte debe estar convencido de que sólo una paz rápida podrá evitar que toda Sudamérica quede separada forzosamente de su influencia y colocada para siempre bajo la protección del Imperio Británico ¿A qué región del mundo habitable podrá entonces dirigirse para conseguir barcos, colonias y comercios?”

THE TIMES
(15.09.1806)

13.9.06

lunes, 13.09.1806 – carta de Liniers

Liniers le escribe a Ruiz Huidobro para que flete un barco, para llevar a los oficiales británicos a Inglaterra, según la palabra que había dado. En principio, habían arreglado que zarparían en la fragata Santo Domingo de la Real Compañía Filipina. Los días posteriores frustrarían esta intención del héroe de la Reconquista.

lunes, 13.09.1806 – primera noticia

Captura de Buenos Aires. Oficina del Times. Sábado a las 3 de la mañana.

Por un expreso que acabamos de recibir de Portsmouth, tenemos que felicitar al pueblo por uno de los hechos más importantes de la actual guerra. Buenos Aires en este momento forma parte del Imperio Británico, y cuando consideramos las consecuencias a que conduce por su situación y capacidades comerciales, además de su influencia política, no sabemos como expresarnos en términos adecuados a nuestra opinión de las ventajas nacionales que derivarán de su conquista.

THE TIMES
(13.09.1806)

12.9.06

domingo, 12.09.1806 – nuevas buenas en Gran Bretaña

El nuevo gobierno whig (el “Ministerio de Todos los Talentos”) se enteró de la expedición de Beresford el 24 de junio de 1806, cuando le llegó una carta fechada por el general inglés en abril de ese año. El Secretario de Guerra William Windham se tomó un mes para contestar la carta, con la anuencia de Jorge III, manifestándole que como no la expedición no había sido oficialmente autorizada y no se conocían los resultados obtenidos, sólo cabía dar instrucciones generales. Ella eran: si habían ocupado una posición, que trataran de mantenerla y, caso contrario, no insistiera en tomarla; que “no se metiera en asuntos de independencia que pretendían los criollos” . Como cierre, le anunciaba a Beresford el envío de refuerzos al mando del general Sir Samuel Auchmuty. Por otra parte, el Almirantazgo remitió una carta, el 28 de julio, a Home Popham, ordenándole, severamente, que se presentara en Londres para rendir cuenta de lo actuado.

El gobierno inglés mantuvo en secreto la expedición a Buenos Aires, hasta estar seguro de lo que había pasado en la colonia española. Pero el 12 de septiembre de 1806, tras 57 días de navegar, el Narcissus, al mando del capitán Donelly entró al puerto de Portsmouth, con los partes de Popham y Beresford sobre la captura de Buenos Aires. Por telégrafo visual llegó a Londres esa noche y los diarios se hicieron eco de la noticia, en las ediciones de la mañana siguiente.

11.9.06

sábado, 11.09.1806 – decisión del Cabildo

El Cabido se reunió para considerar “los graves inconvenientes que depara la permanencia de los oficiales ingleses en ésta, cuando nos vemos amenazados de una segunda invasión y cuando, por noticias positivas, han llegado refuerzos a la escuadra de Popham”. La decisión de los cabildantes fue que los oficiales ingleses salieran de Buenos Aires, con previo juramento de que no iban a tomar las armas en contra de España. Beresford se opuso, en un primer momento, a esta decisión pero, convencido por sus propios oficiales, accedió a jurar “no servir directa o indirectamente contra España o sus aliados hasta que se hubiese realizado un canje regular”.

9.9.06

jueves, 09.09.1806 – pueblo en armas

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Publicada la orden convocando a los soldados a la Fortaleza “a fin de arreglar los batallones y compañías, nombrando a los comandantes y sus segundos, los capitanes y sus tenientes, a voluntad de los mismos cuerpos”. Estos jefes serían representantes del pueblo, en la posterior revolución de 1810. Ningún hombre, sin justa causa, podía faltar a la convocatoria “so pena de ser tenido por sospechoso y notado de incivismo”.

Se fijó, a las 2 y media de la tarde, la convocatoria de los cuerpos: los catalanes, el miércoles 10 de septiembre; los vizcaínos, el 11; los gallegos y asturianos, el 12; los andaluces, castellanos, “levantiscos” y patricios, el 15. Así fueron elegidos los primeros representantes: Murguiondo, Cerviño, Oyuela, Cástex, Terrada con sus granaderos, Ballester con sus quinteros de los arrabales, Estebe y Llach al frente de los catalanes de “La Unión”, el vizcaíno Gana al frente de los arribeños (porque venían de las provincias de “arriba”), y el asturiano Baudrix, al mando del batallón de pardos y morenos. En los cuerpos criollos, Martín Rodríguez, Pueyrredón, French, Vedia, nombres que se harían famosos en las guerras de la Independencia.

Buenos Aires se transformó en una plaza de armas. Los comercios se abrían después del horario de práctica, de 5 a 8 de la mañana. Liniers fue principal responsable en la organización de esa enorme masa de voluntarias entusiastas, pero con nula experiencia militar. Contó también con la participación de desertores del ejército de Beresford (alemanes, holandeses, irlandeses), de los que se destacó el trompa Frank Smith, que formó en el segundo escuadrón de Húsares de Pueyrredón, quien confundió a las fuerzas de la segunda invasión con sus toques de alto el fuego.

Sólo la tropa de línea recibía sueldo; los voluntarios, excepcionalmente, cuando se acuartelaban o salían de campaña. La excepción fue “La Unión”, costeado por el Cabildo, en base a los Catalanes de Sentenach y Llac. Los uniformes eran costeados por los propios soldados (cuando podían) o donados por oficiales, vecinos ricos o el Cabildo. El escuadrón de Húsares de Pueyrredón se costeó sus uniformes por sí mismos, dado que estaba compuesto de jóvenes de buena posición económica. El de Migueletes, en cambio, debió usar las casacas rojas con vivos amarillos, quitados al Regimiento 71. Como nota anecdótica, en ese cuerpo militó un joven de 14 años, Juan Manuel de Rosas, que adoptaría como divisa el rojo punzó de ese uniforme.

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La base de los uniformes era un pantalón blanco y una casaca azul, distinguiéndose por los distintivos o las galeras con penachos de distinto colores. Los Húsares de Pueyrredón llevaban en el ojal una cinta azul y blanca, los colores del escudo de Buenos Aires (el cielo y el Plata), el primer cuerpo en usar esos colores. En la Reconquista, la gente que había juntado Pueyrredón en la campaña bonaerense, llevaban cintas azules y blancas como talismán, que conseguían en el santuario de Luján, las “medidas de la Virgen”, porque estaban cortadas de la misma altura que la virgencita, con los colores azul y blanco del manto de la imagen. Cuando la Nación adoptara, definitivamente, los colores azul y blanco como enseña patria, daría la casualidad que el Director Supremo en ese momento, fuera Juan Martín de Pueyrredón. Martín Rodríguez quedó como líder de los Húsares cuando Pueyrredón fue enviado por el Cabildo a España, en noviembre de 1806. Pueyrredón llegó a Buenos Aires tres días antes de la defensa, para ponerse al frente de la batalla.

En tanto, los Patricios (hijos de la patria) llevaban un escudo de paño grana con la inscripción “Buenos Aires”. Este cuerpo se alojaba en la actual Manzana de las luces, en Perú y Alsina, al fondo de San Ignacio. Belgrano fue elegido mayor de los Patricios y Saavedra fue nombrado jefe en septiembre de 1806. Cansado de las rencillas y la indisciplina del cuerpo, Belgrano dejó su lugar a Viamonte, actuando en la Defensa como edecán de Balbiani.

La relación con los oficiales de línea españoles era tensa, porque solían burlarse de los nuevos reclutas, mientras que ellos mismos no podían ser utilizados porque habían empeñado su palabra con Beresford, de no combatir contra las ingleses, y la capitulación todavía no estaba resuelta. Aún mayor era la impopularidad con los oficiales de marina, redoblado por provenir de Montevideo, compartiendo el espíritu de rivalidad con Buenos Aires.

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Liniers contó con la ayuda de dos oficiales de experiencia, César Balbiani (quién redactó un manual de instrucción militar), de paso para el Perú, encargado de la instrucción y del coronel Bernardo Velazco, gobernador del Paraguay, llamado en marzo de 1807.

Una importante trabajo logístico tuvo que hacer Liniers, secundado por Martín de Álzaga, para armar a sus tropas (a los 2 mil fusiles de la Armería, se sumaron los 1600 quitados a los ingleses). Hubo suscripciones públicas en todo el virreinato, para proveer los fondos a las milicias porteñas. El virrey Abascal del Perú envió municiones y el pueblo peruano juntó un millón de pesos en una colecta. Providencialmente, Liniers pudo capturar dos barcos mercantes ingleses que entraron a puerto creyéndolo todavía en poder de los ingleses. Ellos proporcionaron pólvora, municiones y los paños con los que Liniers confeccionó los trajes. Cuando no se podían por derecha, se recurría al contrabando, con los mismos barcos ingleses apañados por la escuadra de Popham.

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En su comunicación a Napoleón Bonaparte, Liniers resumió su actuación en la formación de las tropas: “Puede considerarse qué no trabajaría yo en los once meses después de echar a los ingleses de Buenos Aires, para hacer guerrero a un pueblo de negociantes, labradores y ricos propietarios: en un país donde la suavidad del clima, la abundancia y la riqueza debilitan el alma y le quitan la energía que tiene donde el hombre tiene necesidad de ejercitar sus facultades para asegurar su subsistencia. Además de esto, la subordinación, tan necesaria para hacer obrar los ejércitos con utilidad ¿cómo podía establecerse entre gentes que se creen todos iguales? Muchas veces el dependiente de un negociante rico era más apto para el mando que su patrón, acostumbrado a mandarlo con despotismo, y que venía a ser su subalterno; me fue preciso vencer todos esos obstáculos y una infinidad de otros. Los primeros servicios que había hecho a esta ciudad me adquirieron la confianza de sus habitantes, de lo que me aproveché para hacerlos capaces de defenderse contra todos los esfuerzos que la Gran Bretaña hacía para vencerlos, sosteniendo sin cesar su entusiasmo con proclamas; exageraba sus esfuerzos, les inspiraba desprecio contra los del enemigos, que representaba siempre infinitamente menores que los que yo me creía y sabía positivamente eran”.

6.9.06

jueves, 06.09.1806 – carta a Popham

Ruiz Huidobro, gobernador de Montevideo, le escribe al comodoro Sir Home Popham informándole que la capitulación era nula por haberse firmado cuatro días después de haberse entregado Beresford.

lunes, 06.09.1806 – convocatoria

Tras la devolución de las tropas de línea de Montevideo, Buenos Aires estaba a su suerte. Al día siguiente, Liniers convocó a todos los hombres, en una proclama, a formar cuerpos voluntarios “exhortándole a formarse en cuerpos separados y por provincias”. La proclama proponía una novedad, que tendría importancia crítica en los posteriores actos de l810: permitía que los mismos hombres convocados nombraran las autoridades de sus cuerpos.

El llamado fue recibido con inmediato entusiasmo y sería el principal aporte de Liniers a la Defensa: armar a un pueblo que desconocía todo de los usos de la guerra.

5.9.06

domingo, 05.09.1806 – devolución de gentilezas

En los días siguientes a la Reconquista, las tropas de Buenos Aires colmó de atenciones a las fuerzas aportadas por Montevideo en la lucha, actitud que se hizo extensiva a los respectivos Cabildos que intercambiaron notas de felicitaciones. Pero, bastaron pocos días, para que las rivalidades entres las dos ciudades afloraran, avivando la hostilidad entre soldados que habían combatido codo a codo, días antes. El 5 de septiembre, cortando por lo sano el enfrentamiento, Buenos Aires devolvió las tropas a Montevideo. Pero la cosa no terminó allí, porque llegaron de la otra orilla del Plata, cartas del gobernador Ruiz Huidobro y del Cabildo de Montevideo, pidiendo las banderas tomadas a los ingleses, por considerar dicha ciudad la reconquistadora. El Cabildo de Buenos Aires y la Audiencia se las negaron; el Cabildo de Montevideo apeló al rey, diciéndole que la Reconquista era mérito exclusivo suyo.

Detrás de esta rivalidad de vecinos, sobrevolaban los intereses económicos que enfrentaban a las dos ciudades: Montevideo buscaba quedar libre del control de Buenos Aires, que se la nombrara Intendencia, y pudiera seguir ejercitando el contrabando (la actividad normal, en una y otra orilla del Plata), sin la tutela de su vecina.

4.9.06

sábado, 04.09.1806 – cae White

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En estos días, según señala la crónica, cae detenido el espía inglés predilecto en Buenos Aires, Guillermo White, sorprendido en su casa en compañía de su amiga íntima María del Carmen Aráoz. Detenido fue conducido al cuartel de la Ranchería y decomisado sus archivos personales.

3.9.06

viernes, 03.09.1806 – partida a Córdoba

Cumpliendo las órdenes del Cabildo, empezaron a remitirse los prisioneros británicos al interior. La primera partida de unos 400 soldados ingleses, custodiados por 50 voluntarios de caballería, tenía como destino a Córdoba, el lugar que iba a reunir a la mayor parte de los prisioneros. En los días subsiguientes, nuevas partidas con nuevos destinos, completarían la medida pedida por el Cabildo. Roberts detalla: 400 a Córdoba, 200 a Mendoza y otros tanto a San Juan y Tucumán; 100 para Santiago del Estero y San Luis.

Los heridos quedaron en Buenos Aires y la tropa británica vestía de civil, porque se les había sacado los uniformes para vestir a las nuevas fuerzas porteñas. El gobernador de Santiago del Estero se quejó de que los prisioneros británicos habían llegado casi desnudos a su destino.

Muchos de ellos no volverían a su tierra. Tras la Defensa, cuando se ordenó la devolución de los prisioneros, algunos escaparon y se establecieron en el país, formando familia con las mujeres que habían tomado como pareja.