31.7.06

sábado, 31.07.1806 – la víspera de Perdriel

Beresford obtuvo de sus espías, la información de que se estaban reclutando las milicias, en la noche del 31 de julio, “en un punto que se llamaba Perdriel”. Esa noche, tras concurrir a un concierto en el Teatro de la Comedia, se puso al frente de poco más de 500 hombres del regimiento 71, 50 infantes de Santa Elena y 6 piezas de artillería y salió al encuentro de los conjurados.

29.7.06

jueves, 29.07.1806 – ejercicios militares

Tal vez como parte de una campaña psicológica, Beresford comandó los ejercicios militares que se realizaron en la fecha. Partieron del cuartel de la Ranchería, 600 ingleses en formación hacia la Recoleta y luego, hacia los corrales de Miserere (la actual Plaza Once), terminando la tarde con una parada militar en la Plaza Mayor.

Justamente, en el amanecer de ese día, el Encounter había divisado una flotilla de cañoneras en las cercanías del puerto de Colonia. La flota, al mando de Gutiérrez de la Concha atacaron al bergantín inglés que aprovechó el viento para escapar, si bien con algunas averías, de los barcos enemigos.

Ese mismo día, también, llegó Santiago de Liniers a Colonia, dos días antes que sus tropas, retrasadas por la fuerte sudestada.

28.7.06

miércoles, 28.07.1806 – en una chacra en las afueras de Buenos Aires

“Más o menos del día 20 de julio supe también que algunas personas, que por la Capitulación se habían convertido en súbditos británicos, habían abandonado la ciudad y estaban reuniendo tropas” escribió Beresford.

Por estos días, Juan Martín de Pueyrredón y el comandante de Blandengues Antonio de Olavarría estaban reclutando gente en la campaña bonaerense, para apoyar a las fuerzas de Liniers que venían en camino.

“Había un Pueyrredón, una persona que con frecuencia había estado conmigo, uno de los más encumbrados, tanto en honor como en fortuna, que estaba dispuesto a utilizar lo primero y sacrificar lo último para lograr su objetivo” escribe con despecho Beresford. Pueyrredón, perteneciente al partido criollo de la independencia, había tanteado la posibilidad de que la aventura inglesa desembocara en una emancipación asistida por los británicos. Cuando comprendió que Beresford no tenía órdenes para asegurar esa alternativa, se puso en el bando de la Reconquista.

Desde su regreso de Montevideo, Pueyrredón reclutó caballadas y hombres de los partidos de San Isidro, Pilar, Luján y Morón. Contó también con el apoyo de los caciques más cercanos que pusieron a su disposición las indiadas para pelearles a los ingleses.

En principio, acumuló sus fuerzas en Luján, pero el 28 de julio marchó a las Chacras de Perdriel (actual partido de San Martín, cerca de Campo de Mayo) la estancia de don Domingo Belgrano, padre de Manuel (en esa estancia nacería, años después, José Hernández, el autor del “Martín Fierro”, hoy un museo), punto más cercano a la ciudad.

27.7.06

martes, 27.07.1806 – concierto en la Alameda

Ya con el aire enrarecido y con las noticias de que se estaba preparando la resistencia a la invasión, Beresford presenció el concierto de la banda de gaiteros del Regimiento 71, junto a sus oficiales, en el Paseo de la Alameda (la costa del río, hoy Leandro N. Alem – Paseo Colón).

Eran habituales, a la tarde, los conciertos de la banda del regimiento 71 de Highlanders en el paseo de la Alameda, oportunidad que las damas más requeridas de la ciudad (como las Marcó del Pont, Escalada o Sarratea) paseaban del brazo con .los oficiales británicos, para delicia de los chismosos porteños. Fueron tan populares esos conciertos que su director fue requerido como maestro de música por las familias más acomodadas de la ciudad. “Tal era la pasión femenina por la música, que el maestro de banda del regimiento 71 fue invitado a convertirse en profesor, muchas discípulas acudieron a él, y como era excelente compositor, sus pequeñas composiciones se compraban inmediatamente” anota Alexander Gillespie “Hicieron todo lo posible para retenerlo después que nos enviaron al interior, sin lograrlo; pero amasó dinero suficiente para asegurarle comodidades mientras estuvo prisionero en aquel continente”.

Pola Suárez Urtubey señala (en una reciente nota en “La Nación”) que, no obstante este interés, había profesores de música en la Buenos Aires colonial. Enumera a don Víctor de la Prada quien se destacaba en la flauta traversa y clarinete, Carlos Neuhaus (violinista húngaro) y David C. De Forest norteamericano, quien vivía en la casa de Bernardino Rivadavia y fue corneta del cuerpo de Húsares de Pueyrredón.

26.7.06

lunes, 26.07.1806 - bando de los esclavos

Cuando los ingleses tomaron la ciudad, los negros esclavos porteños creyeron que había llegado su hora para la libertad y comenzaron a sublevarse en masa. Pueyrredón (entonces coqueteando con los ingleses) le pidió a Beresford que tomara medidas, para reestablecer el "orden". El gobernador inglés dictó un bando en la que informaba "que habiéndose notado en la ciudad que los negros y mulatos esclavos, después de tomada la plaza han pretendido y pretenden sacudir la subordinación a que por su estado están ligados, faltando a la obediencia que deben a sus respectivos amos, y negándose a todos aquellos ejercicios, en que por su constitución han sido empleados hoy; se le haga entender que permanecen en el mismo estado en que estaban, sin variación alguna, que deben estar sujetos a su amos, obedecerles en un todo con absoluta subordinación, y no andar ociosos por las calles, bajo la más rigurosas penas que tenga a bien imponer el Exmo. Señor Mayor general británico".

El bando aprovechaba para exigir la apertura de pulperías, tiendas y almacenes que habían cerrado por la inseguridad que se vivía en la ciudad, con la promesa británica de que se impondría una férrea vigilancia.

Para los negros esclavos de Buenos Aires, la invasión británica no representaba ningún cambio en su estado.

24.7.06

sábado, 24.07.1806 - Lady Shore

"No había cerrado la noche cuando se nos acercaron algunos paisanos nuestros, sobre cuyas historia individuales se cernía mucha oscuridad" nos cuenta Alexander Gillespie sobre unos compatriotas que se acercaron a las tropas inglesas, la noche de la toma de Buenos Aires. "La mayor parte eran personas poco recomendables" los cita Carlos Roberts. "Algunos, según se nos dijo, habían sido sobrecargos, o consignatarios, que abusaron de la confianza en ellos depositada, haciéndose así eternos desterrados de su país y de sus amigos, mientras otros se componían de ambos sexos que, por una violación de nuestras leyes, habían sido desterrados de su protección, y cuyos crímenes, en parte de ellos, habían sido todavía más oscurecidos en su tinte, como perpetradores de asesinato. Estos eran algunos culpables del delito de Juana Shore" prosigue Gillespie.

¿Qué era el delito de "Juana Shore"? Carlos Aldao, traductor y anotador del diario de Gillespie, "Buenos Aires y el Interior" aclara: Jean Shore era la favorita del rey Eduardo IV de Inglaterra cuya historia sirvió de base a una tragedia escrita por Nicolas Rowe ("The Tragedy of Lady Shore"). El eufemismo alude al crimen de adulterio.

Pero Carlos Roberts tira otra pista: "Criminales de ambos sexos que habían llegado en la fragata Lady Shore". En 1797, se produjo un motín en el barco inglés “Lady Shore” que llevaba prisioneros a la colonia penal de Australia. Los amotinados entraron a Montevideo con bandera francesa, pero las autoridades españolas confiscaron el navío, apresaron a los hombres y distribuyeron a las mujeres (alrededor de unas setenta) entre las familias de ambas orillas del Plata. Algunas cayeron en la prostitución, pero otras lograron afincarse en estas tierras, como Mary Clarck ("Doña Clara, la inglesa") quien se casó con el capitán Taylor y, en 1810, abrió el primer hotel de Buenos Aires, en la actual 25 de Mayo, entre Corrientes y Sarmiento.

"Quienes nunca hayan salido de su tierra para una región lejana del mundo, no pueden tener sino débil idea de los nobles sentimientos inspirados por la consaguinidad nacional. Cada ser brotado de ella, con quien nos encontramos, parece que mereciese no solamente nuestra atención sino nuestra amistad; los errores se borran y lo estrechamos contra nuestro pecho. Todos los de esa lista, exceptuando una sola mujer disoluta, fueron colocados en empleos decentes y se condujeron bien y todos compitieron en buenos oficios para nosotros. Los servicios parciales de algunos pocos para nuestros desamparados soldados, mientras estuvieron prisioneros, expiaron muchos grandes pecados" los recuerda Gillespie.

Mal mirados por la clase acomodada porteña, los desterrados británicos eran, sin embargo, bien recibidos por el pueblo, porque se habían convertido al catolicismo para adaptarse a su nueva tierra del exilio. "Las clases superiores señalaban este grupo con execración" atestigua Gillespie "pero el populacho los recibía como campeones de la causa católica, por haber librado al mundo de tantos herejes abominables, mientras la iglesia los recibía como preciosos elegidos en sus campañas espirituales, y como súbditos convenientes par sus absoluciones impías y expiatorias".

22.7.06

jueves, 22.07.1806 – instrucciones

“En tal inteligencia se pondrá Vuestra Señoría hoy mismo en marcha; pues que todo está dispuesto para que no se demore un momento” rezaba las instrucciones del gobernador Ruiz Huidobro a Santiago de Liniers, dadas el 22 de julio de 1806. “se le confirió el mando, no solo de los quinientos hombres escogidos de la mejor tropa, y más también se aumentó este número con el de cien de la compañía de Migueletes que se acaba de formar en esta Plaza, armada y uniformada en los mejores términos, haciendo extensivo el mando en jefe de Vuestra Señoría a las fuerzas de mar que están a las órdenes inmediatas del Capitán de Fragata Dr. Juan Gutiérrez de la Concha y los buques que transportan la artillería, municiones y víveres para las tropas de la expedición”

Entre aclamaciones, la expedición sale de Montevideo el 22 de julio, cruzando el portón de San Pedro. Liniers viste “el brillante uniforme azul y rojo, flordelisado de oro, de capitán de navío, y en el pecho, la cruz de caballero de Malta; con su alta estatura, su robusta presencia, su belleza risueña y varonil que formó parte de su prestigio entre las muchedumbres. Saludaba, eterno feminista, a las mujeres apiñadas en los balcones y azoteas, anunciando la victoria que le tenía prometida aquella voz secreta, misterioso confidente de todo conquistador. ¡Al fin tenía su hora histórica” describe con orgullo su compatriota Paul Groussac.

Lo que no contaban las instrucciones era la fuerte sudestada, temporal que afectarás las operaciones militares de los próximos días, tanto para las fuerzas invasoras como para las de la Reconquista.

21.7.06

miércoles, 21.07.1806 – el túnel

Entre los tantos planes conspirativos urbanos, la mayoría desechados por impracticables, hubo uno que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71. La idea era excavar un túnel, desde el Colegio San Carlos, hasta llegar bajo el cuartel. Una vez allí, se minaría el lugar y al explotar el reducto inglés, se combinaría el atentado con el ataque de unos 500 hombres que Pueyrredón estaba reuniendo en la quinta de Perdriel. El propio Sentenach, disfrazado, entró al cuartel de la Ranchería, para reconocer la disposición de los dormitorios y estimar las medidas que debían utilizar los excavadores. Desde los altos del café de Pedro José Marcó, enfrente de la Ranchería, vigilaban los movimientos de los ingleses.

El túnel comenzó a excavarse, pero el plan no se llevó a cabo. Liniers logró disuadir a los conjurados urbanos de posponer sus planes, por el temor de que una acción fuera de tiempo provocará una represalia sangrienta contra los habitantes de la ciudad. En su lugar, pidió reunir hombres, al tiempo que él mismo pediría el apoyo de Montevideo.

No obstante, los restos del túnel, a medio excavar, pueden verse hoy en día en el trayecto de túneles subterráneos de la Manzana de las Luces, descubierto en 1917 por el arquitecto Héctor Greslebin, quien investigó los túneles de esa manzana histórica de la ciudad, cuando aún era un estudiante de la Facultad de Arquitectura, al asistir al derrumbe de una de las salas en la que se estaba construyendo un nuevo salón de estudios.

No obstante la precaución con que fueron llevadas las obras de excavación del túnel, los ingleses ya estaban al tanto del hecho, como lo prueba las anotaciones del capitán Alexander Gilespie: “Frente al cuartel del régimiento 71 había un seminario perteneciente a la orden de San Francisco, que con todas las casas contiguas, gradualmente se abandonaron por los estudiantes e inquilinos. Una calle angosta mediaba entre ambos y se cavó una mina desde el colegio hasta el ángulo suroeste de las cuadras de los soldados. Un muchacho tambor en una de ellas dio cuenta a su sargento de haber sido repetidamente molestado por un ruido durante la noche, como si procediese de trabajadores subterráneos. Se acudió a un expediente, poniendo varios mosquetes, cañones para arriba, suavemente asegurados en el suelo, sobre los que se colocaron algunos alfileres, de modo que se desarreglaran a la menor concusión. Una mañana se hallaron en el suelo, mas, aunque se ordenó una investigación, nada se descubrió, porque la boca de la mina no pudo retrasarse; pero el hecho se descubrió después: se trataba de un infernal complot para hacer volar nuestros hombres mediante treinta y seis cuñetes de pólvora” .

20.7.06

martes, 20.07.1806 – Dios bendiga a los sudamericanos

“Acá estamos en posesión de Buenos Aires, el mejor país del mundo, y de lo que veo de las disposiciones de sus habitantes, no dudo que si el gabinete accediera a sus proposiciones y lo mandara a usted acá, que su plan tendría tanto éxito de este lado como del otro. Trate mi amigo de venir. (…)Desearía que Ud. Estuviera acá. Me gustan prodigiosamente los sudamericanos, Dios los bendiga mi querido general”.
Carta de Sir Home Popham a Francisco de Miranda

martes, 20.07.1806 – cambios de aire

En informes a su gobierno, Beresford dice que a mediados de julio tuvo noticias de las conspiraciones en Buenos Aires y de que Liniers había salido clandestinamente de la ciudad. El 20 de julio tomó conocimiento, con gran disgusto, que su amigo Pueyrredón estaba reclutando gente en la campaña. A fines de julio vería como muchas familias empezaban a irse de la ciudad y aumentar la deserción de sus tropas.

El humor estaba cambiando en la ciudad conquistada.

19.7.06

lunes, 19.07.1806 – deserciones

“Habiéndose probado sin la menor duda que muchos habitantes de esta ciudad y otros en la campaña están poniendo en uso todo medio para inducir a los soldados y sujetos ingleses a que desistan de su fidelidad y deserten sus banderas (…) cualquier habitante u otro que sea descubierto, empeñándose en seducir así algún soldado o sujeto inglés, será castigado inmediatamente con pena de muerte”

Con estas palabras, el bando del gobernador de Buenos Aires, general William Carr Beresford ponía en evidencia el trabajo de zapa de la insurgencia porteña para debilitar al invasor. Uno de los aliados en el intento de seducir a soldados ingleses para desertar, fue el clero, aprovechando la existencia de muchos católicos irlandeses en las filas británicas, muchos reclutados contra su voluntad; además, se buscaba atraer a los mercenarios italianos, alemanes y españoles que acompañaban a los invasores.

Poco después de este bando, León Sanginés, oficial de Blandengues, fue sorprendido tratando de hacer desertar a un británico; su pena de muerte se conmutó por prisión, la que efectuó en Inglaterra, liberado recién en 1809.

Carlos Roberts cita el caso del asesinato de un soldado británico que había desertado, por la misma persona que lo había inducido a desertar y que lo tenía escondido en su casa, atemorizada de ser ajusticiada si era descubierta su acción.

18.7.06

domingo, 18.07.1806 - reunión cumbre

Se produce en Montevideo, la reunión entre Santiago de Liniers y el gobernador Pascual Ruiz Huidobro ("un marino muy acicalado y cuyo cuerpo evaporaba más olores que una perfumería" según recuerda Paul Groussac), con su junta de guerra.

Tras la caída de Buenos Aires, el Cabildo de Montevideo declaró que el gobernador Ruiz Huidobro era la autoridad suprema del Río de la Plata y el indicado para encabezar el intento de reconquista de la ciudad. En esta decisión, se deja olímpicamente de lado al virrey Sobremonte.

Huidobro estaba en los preparativos de la expedición reconquistadora, cuando el 10 de julio recibió una carta de Liniers, poniéndolo al tanto de la situación de la ciudad y ofreciendo sus servicios como militar. Con 500 hombres, prometía, él estaba seguro de reconquistar Buenos Aires. El gobernador lo convocó a Montevideo, para la reunión que tenía lugar ese domingo 18.

Liniers encontró que Huidobro estaba muy avanzado en la formación de las tropas y que, lo único que lo detenía, era el aviso de Sobremonte que estaba llegando con sus tropas de Córdoba. Huidobro dudaba de sí esperar al virrey, para compartir fuerzas. Liniers lo convenció de no esperar al virrey y el gobernador, con acuerdo del Cabildo, dispuso darle el mando de las tropas, mientras él se quedaba a esperar el posible ataque de Popham sobre la ciudad de la Banda Oriental.

Esta reunión destrabó los conflictos y puso a Liniers de cara a su destino.

17.7.06

sábado, 17.07.1806 - se van los fondos

Debido al mal tiempo reinante, recién el sábado 17, al mando del capitán Donnelly pudo zarpar la Narcissus en la que había sido embarcado, los días previos, los tesoros reales devueltos por Sobremonte sumados a los otros fondos incautados en la ciudad. "Me encuentro ahora en condiciones de enviarle mi estado de cuentas del dinero que ha sido recibido como premio, bajo los términos de mi acuerdo con el gobernador en ejercicio de la plaza, previo a mi entrada a la ciudad" notifica escrupulosamente Beresford en una nota al Secretario de Guerra británico. La suma ascendía a 1.086.208 dólares, con la deducción hecha de otros 205.115 dólares, "para las exigencias del Ejército y de la Escuadra"

sábado, 17.07.1806 - llegó Pueyrredón

Proveniente de Montevideo, llegó Juan Martín de Pueyrredón tras entrevistar con Liniers y Ruiz Huidobro. Llegado a San Isidro, Pueyrredón, junto a sus amigos Arroyo y Herrera, se pusieron a la tarea de reclutar hombres en los partidos de San Isidro, Morón, Pilar y Luján, para colaborar en el intento de Reconquista de la ciudad.

16.7.06

viernes, 16.07.1806 - ciudad tranquila

"Esta ciudad y alrededores aparenta no sólo tranquilidad, sino que cada día aumenta la satisfacción del pueblo; y de mi información puedo afirmar que los comerciantes, y sin distinción todo habitante no español, en mayoría, desean permanecer bajo la protección de S.M.B.".

De una carta del gobernador William Carr Beresford a Lord Castlereagh, Secretario de Guerra británico.

viernes, 16.07.1806 - Liniers llega a Montevideo

Llegado seis días antes a Colonia, este viernes arribó a Montevideo, Santiago de Liniers con el objeto de entrevistarse con el gobernador Ruiz Huidobro para ofrecerle un plan para reconquistar la ciudad de Buenos Aires.

15.7.06

jueves, 15.07.1806 - jura española

En este día, vencía el plazo que tenían los oficiales españoles, tomados prisioneros por los británicos, para decidir si querían ser embarcados de regreso a Europa o permanecer en Buenos Aires, dando su palabra de tomar parte en la guerra. Todos optaron por esta última alternativa, por lo que debieron presentarse cuatro veces por semana, en la oficina del capitán Gillespie, para testimoniar su presencia.

jueves, 15.07.1806 - reunión conspirativa

El 15 de julio fue nombrado Sentenach como jefe de la revolución urbana financiada por el comerciante español Martín de Álzaga. La conspiración se puso bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción. Detrás del apoyo de Álzaga, se adivinaba la intención de bloquear un eventual acuerdo entre los independistas y Beresford (todavía en búsqueda del apoyo inglés a la independencia del Río de la Plata) y su apetencia por tomar el poder, cuando se lograra la Reconquista. En su camino se cruzará Liniers que contará con el apoyo criollo, el primer choque entre dos figuras que protagonizarán la vida política porteña de los siguientes años, paradójicamente ambos fusilados por la Revolución de Mayo, por su fidelidad al monarca español.

También en este día, Llac recibió una carta del gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro comunicándole que preparaba una expedición de reconquista que desembarcaría en el puerto de Olivos, instándolo a tomar la ciudad si Beresford salía a batirlo y, en el caso que así no fuera, intentara tomar los cuarteles.

14.7.06

miércoles, 14.07.1806 - Córdoba capital del virreinato

Sobremonte nombró a Córdoba como capital provisional del Virreinato y ordenó que ninguna persona fuera de Buenos Aires, debía obedecer a las autoridades de facto de la ciudad. El mismo día, llega a Montevideo Juan Martín de Pueyrredón con sus amigos Arroyo y Herrera para conferenciar con el gobernador Ruiz Huidobro.

13.7.06

martes, 13.07.1806 - planes de reconquista

Uno de los primeros pedidos de Beresford a los cabildantes, fue que se cumpliera con las raciones solicitadas para su ejército. Por motivos estratégicos, Beresford solicitaba raciones por mayor cantidad que la que necesitaban sus hombres. Como escribe Alexander Gillespie: "Para disimular nuestra debilidad se exigían raciones más allá de las necesidades reales, pero nuestras guardias formaban todas las mañanas y marchaban desde la plaza principal, donde a veces se reunía mucha gente, entre la que había oficiales disfrazados que, contando la fuerza de cada una y estableciendo sus diferentes puestos de servicio, fueron, naturalmente, en menos de una semana, perfectos dueños de la relación de nuestros efectivos, junto con los puntos más vulnerables de la ciudad que ocupaban respectivamente" .

Cuando la población porteña comprendió que las fuerzas inglesas eran menores de la pensada en un primer momento, se empezó a poner en marcha los planes subversivos para retomar la ciudad. Tres planes operaban simultáneamente. En primer lugar, la expedición de Sobremonte desde Córdoba. Desde Montevideo, se estaba preparando otra expedición, al mando del gobernador Pascual Ruiz Huidobro. La tercera era una insurrección en la misma ciudad, que contó con el financiamiento de Martín de Álzaga.

Desde el 29 de junio, empezaron los planes conspirativos en Buenos Aires. El grupo de la revuelta urbana estaba encabezada por el ingeniero Felipe Sentenach, Gerardo Estevé y Llac, Fornagueira, Valencia, Franci, Esquiaga, Anzoátegui y Dozo, entre otros. Se armaron comisiones secretas para ir reuniendo armas, fondos, promover la deserción de los soldados ingleses, etc.

La labor del clero, erosionando la posición inglesa, no se limitaba sólo a arengar a los feligreses, como atestigua Gillespie: "los sacerdotes, en distancia considerable, ejercían aún los domingos todas sus facultades para estimular a sus oyentes a tomar las armas" .

Una anécdota, revela el compromiso del clero en la rebelión. En esos días, los ingleses habían interceptado una manada de alpacas y vicuñas que venían del altiplano, a Buenos Aires, como regalo de España a la Emperatriz Josefina, la esposa de Bonaparte. Los ingleses pensaron cambiar de mano el regalo y enviarlos al duque de York. Hasta embarcarlo a Londres, los ingleses confiaron la manada a un paisano, José Díaz, que todos los días entraba y salía del Fuerte con su manada. Pero Díaz hacía algo más que sacar a pasear al rebaño: ponía al tanto al fray Pedro Agustín Cueli de todo lo que ocurría en el Fuerte, amén de lograr la deserción de dos soldados ingleses, escondiéndolos en la calera de San Francisco, en Monte Grande.

El 3 de julio se avisó a Montevideo de este movimiento urbano y el 8 de julio se llevó una gran reunión en casa de Martín de Álzaga, rico comerciante vasco, uno de los principales vecinos de Buenos Aires.

En las labores de espionaje, el capitán Juan de Dios Dozo (hombre de Álzaga) logró ingresar a la logia masónica inglesa Southern Cross, instalada en Buenos Aires por los oficiales del ejército invasor, donde trabó contacto con Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Juan José Castelli, criollos integrantes de la logia.

Varios planes se barajaron, sin mucho orden. Una propuesta fue una pueblada para tomar de improviso al ejército inglés cuando estuviera formado en la plaza, tomando lista, degollándolos antes que tuvieran tiempo de reaccionar. Otro plan era tomar las naves británicas ancladas frente al Fuerte, abordándolos con botes, y llevarlos a Montevideo. Esta última idea parece que llegó a oídos de Beresford, a través de su red de espías locales, pues dispuso un operativo, desembarcando tropas de marinería, con el objeto de tomar por sorpresa a los conjurados si intentaban desarrollar su plan esa noche, cosa que no se hizo.

Otra idea, propuesta por el rico estanciero Martín Rodríguez, era raptar a Beresford y sus oficiales cuando salían a pasear por Barracas, a la altura del Puente de Burgos. Se lo hizo desistir de ese intento y se le encomendó que juntara fuerzas con Pueyrredón. Hubo un plan, sí, que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71.

Ni la expedición de Sobremonte ni la rebelión urbana, reconquistarían Buenos Aires. El héroe de esa acción sería Santiago de Liniers que había elegido, con intuición militar y política, la opción más promisoria para sus objetivos (reconquistar la ciudad y sacarse de encima al virrey Sobremonte): pedir la ayuda a Montevideo.

12.7.06

lunes, 12.07.1806 - las andanzas de Sobremonte

Tras su huida del campo de batalla, llegó a Córdoba el marqués de Sobremonte, donde se ordenó un Te Deum en agradecimiento por el feliz arribo a la ciudad mediterránea. De inmediato, se puso a reclutar gente para reconquistar la ciudad que (él todavía no sabía) había perdido definitivamente. Lejos estaba de sospechar que sus días como virrey estaban por llegar a su fin y que Liniers le arrebataría la gloria.

Durante su estada en Córdoba, Sobremonte tuvo la mala idea de interceptar la correspondencia privada que iba de Buenos Aires a Perú para conocer la opinión que el pueblo porteño tenía de su persona. No encontró una sola carta en que no se lo tildara de traidor, cobarde e ignorante en las artes de la guerra. Encolerizado amenazó a los vecinos de Buenos Aires con la horca y la guillotina, cuando reasumiera el poder, discursos que llegaron a la ciudad y dispuso a los porteños a no esperar su expedición "salvadora" para reconquistar por sí mismo la ciudad.

"Desde que se supo en Buenos Aires que venía Sobremonte no cesaron los porteños de tomarles el pelo a los cordobeses" escribe el historiador Carlos Roberts. La imagen de Sobremonte (el "virrey Tras del Monte" desde su huída) era de mofa y burla. Las coplas populares circularon por la ciudad tras la toma inglesa, que mostraban la gracia y la improvisación criolla que hicieron decir a Alexander Gillespie "como en todos los países lindantes con un estado natural, la poesía parece el genio conductor de las clases inferiores en esta parte de América del Sur, pues al pedírsele a cualquiera que tome la guitarra, siempre la adaptará a estrofas improvisadas y convenientes, con gran facilidad" .

Una de ellas:

Un hombre, el más falsario,
que debe a Buenos Aires cuanto tiene,
es un marqués precario
y un monte que va y viene,
y sobre monte ruina nos previene
.

Otra:

Del uno al otro horizonte
no creo que el mundo vea
un collón que mayor sea
que el marqués de Sobremonte.
Se elevó cual faltonte,
cuál Ícaro remontó;
pero al instante cayó,
¿y qué le sucederá?
Degradado morirá,
como a Torres sucedió.


Otra más:

"Al primer cañonazo de los valientes, disparó Sobremonte con sus parientes".

Otra más aún:

Un quintal de hipocresía,
veintidós de fanfarrón
y cincuenta de ladrón
con quince de fantasía;
dos mil de collonería,
mezcladas bien, y después,
en un gran caldero inglés
con gallinas y capones,
extractarán los blasones
del más indigno marqués.


Desde el lado inglés, la opinión sobre Sobremonte no distaba de la de los porteños. Gillespie acierta en un breve párrafo: "El marqués de Sobremonte, virrey de la provincia, había sido de los primeros en abandonar el campo, y fue también el primero en dejar el asiento de su dignidad y gobierno. Todas las lenguas hablaban libremente de su conducta, y no dudo de que su fuga precipitada dio un golpe serio y duradero a la autoridad y al honor de la Corona, en la estimación popular" .

Pero, la más clara de las opiniones de Sobremonte, provienen del propio Beresford, cuando juzga, con acertada previsión, la amenaza de reconquista del virrey: "Si un jefe activo y emprendedor viniera mandándolas, sin duda podríamos hallarnos en una situación desagradable. El virrey, sin embargo, no es de manera laguna de tal carácter y siendo impopular frustrará, espero, en gran parte, las disposiciones de cualquier suyo de energía y habilidad. Fue con estas esperanzas que no hice ninguna tentativa para apoderarme de S.E., lo que podría haber hecho, pues viaja con toda su familia en coches, sobre caminos casi intransitables por las lluvias, y yo había juntado 400 caballos para montar ese número de infantes, para con dos piezas, perseguirlo; pero las consideraciones mencionadas me indujeron a desistir" .

11.7.06

domingo, 11.07.1806 – confianza

“Tengo confianza en que la conducta adoptada para con la gente aquí, tendrá como resultado el hacerles comprender el honor, la generosidad y la humanidad del carácter inglés”
De una carta del gobernador William Carr Beresford a Lord Castlereagh, Secretario de Guerra británico.

domingo, 11.07.1806 – el gran equilibrista

Por sus espías, Beresford estaba al tanto de los dos grupos políticos que se perfilaban en la sociedad porteña: los criollos y los españoles. Beresford planeó manipular a ambos bandos, para sostenerse en el poder, hasta que pudieran llegar los refuerzos británicos que avalaran los frutos de la aventura militar que perpetraron con Popham. Por eso, sus primeras medidas son de mantener a todos en sus cargos, respetar las costumbres de la población y liberar el comercio, reduciendo los derechos de aduana, para ganarse el favor de los criollos.

En un primer momento, mientras descifraban la actitud futura de Beresford, el grupo esperó antes de tomar una decisión. La primera oposición a los conquistadores provino del grupo de los españoles que veían en peligro su cómoda posición económica. El grupo criollo mantuvo reuniones con Beresford para que Gran Bretaña asegurase la independencia de la colonia, a cambio de ayudar a Inglaterra en su expedición. El miedo principal de los criollos era que, de colaborar con los ingleses, debieran soportar la devolución de la colonia a España (como Inglaterra había hecho con Guadalupe y Martinica, más de una vez, tras sendos tratados de paz) y soportaran la represalia de los españoles, una vez que éstos recuperaran el poder. Cuando Beresford no pudo prometer el apoyo británico (básicamente porque no tenía órdenes para eso, porque su gobierno no había aprobado inicialmente la operación militar), el grupo criollo dejó al gobernador británico librado a su suerte. Algunos como Castelli o Belgrano, en una actitud prescindente; otros, como Pueyrredón, uniéndose a las fuerzas españolas y yendo, directamente, al enfrentamiento militar con los invasores.

Un hecho fortuito reforzó el fracaso del coqueteo con los criollos. Para estos días, se supo en Buenos Aires de la muerte del primer ministro William Pitt y el desalojo de los tories del gobierno británico; en su lugar, asumió la oposición, los whigs, partidarios de la conquista militar, más que de los acuerdos políticos.

Como citara Cornelio Saavedra en sus Memorias: “Pasado el primer espanto que causó tan inopinada irrupción, los habitantes de Buenos Aires acordaron sacudirse del nuevo yugo que sufrían”.

10.7.06

sábado, 10.07.1806 – parte Liniers

Discretamente y sin llamar la atención, tras la noche en oración en el santuario de la Recoleta, Santiago de Liniers se embarcó en el puerto de Las Conchas hacia Colonia, en la Banda Oriental (Uruguay). En las mismas horas, Juan Martín de Pueyrredón hace lo propio y se encontrarán en los próximos días en Montevideo.

sábado, 10.07.1806 – 58 fieles a SMB

Tras la jura de los funcionarios, Beresford ofreció la posibilidad de que los vecinos de Buenos Aires juraran, voluntariamente, su fidelidad al monarca inglés. Para eso habilitó una oficina, en la calle Santo Cristo (actual 25 de Mayo), adonde podían acercarse los vecinos desde el 10 de julio de 1806. Quien recibía los juramentos, era nuestro conocido capitán Alexander Gillespie: “… casi todas las tardes, después de oscurecer, uno o más ciudadanos criollos acudían a mi casa para hacer el ofrecimiento voluntario de su obediencia al gobierno británico y agregar su nombre al libro, en que se había redactado una obligación. El número llegó finalmente a cincuenta y ocho y la mayor parte coincidían en decir que muchos otros estaban dispuestos a seguir su ejemplo; pero se contenían por desconfianza del futuro y no por ningún escrúpulo político, o falta de apego a nosotros”.

De esos 58 vecinos porteños que juraron fidelidad a Jorge III no se conservan sus nombres, al desaparecer el libro que registraba sus nombres. Posteriormente a la Reconquista, Liniers solicitó dicho cuaderno a Beresford que adujo haberlo perdido en esos días en que las fuerzas porteñas recuperaron la ciudad. Pero el libro estaba celosamente guardado por Gillespie que lo entregó al Foreign Office en 1810. En los archivos ingleses no se encuentra el libro, aunque sí las cartas que obran de recibo de la entrega del libro por Gillespie a las autoridades británicas. El libro pudo ser retirado del archivo por el marqués de Wellesley, Ministro de RREE británico, o destruido por el ministro Canning para no comprometer el nombre de los juramentados.

Lo que sí es más que probable es que los nombres de Juan José Castelli y Cornelio Saavedra estuvieran en ese grupo de 58 vecinos que juraron fidelidad a la corona británica. En una nota de septiembre de 1810, Gillespie expresa “de los seis miembros que constituyen la primera junta revolucionaria de Buenos Aires, tres se registran en esa lista” .

9.7.06

viernes, 09.07.1806 – el héroe de la Reconquista

“Poco después de la rendición de Buenos Aires, el coronel Liniers, emigrado francés y capitán de su armada bajo la monarquía, que mandaba un poca fuerza en Ensenada, consciente de su insuficiencia para defenderla, resolvió servirse de los desastres recientes de su gobierno, mediante un sagaz golpe de artería” escribe Alexander Gillespie sin disimular su disgusto por el héroe de la Reconquista.

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“Cuando en 27 de junio de 1806 se apoderaron los ingleses de esta capital; me hallaba yo en la ensenada de Barragán, comisionado por el Virrey Marqués de Sobre Monte; reconociendo que este súbito acontecimiento había ocasionado en los espíritus el último desaliento” escribe Santiago de Liniers. Anteriormente lo vimos asistir, casualmente, al desbande de las fuerzas defensoras en el Riachuelo. Se retiró a su quinta, en las afueras y esperó los acontecimientos. “Me determiné, ante que los infortunios del Estado se propagasen más, a acercarme a esta ciudad con el fin de examinar las fuerzas de los enemigos, su disciplina y método de servicio. Hice con vista de todos mis combinaciones y el resultado de ellos me aseguraban la probabilidad de la reconquista, siempre que encontrase gente esforzadas que voluntariamente quisieran seguirme a la grande empresa” .

Dos días después, el martes 29, Liniers arriba a la ciudad, alojándose en la casa de su suegro Martín de Sarratea, gerente y socio de la Compañía de Filipinas, frente a Santo Domingo. Por su condición de militar, Liniers gestionó un permiso ante las autoridades británicas, permiso concedido con la ayuda de su amigo, colaborador de los invasores, Tomás O’Gorman.

Según los informes de Beresford, Liniers se presentó ante el gobernador invasor, aduciendo que estaba disgustado con el servicio español por lo que iba a dejar la carrera de las armas y dedicarse al comercio, con su suegro Sarratea, quien avaló su afirmación. Por tal motivo, no le exigió a Liniers, como al resto de los oficiales españoles, su palabra de no combatir contra los ingleses.

“Fingió una gran franqueza enviando su sumisión y la de su guarnición al general Beresford, con el pedido de que se le permitiese entrar en la capital, cuando consumase su ofrecimiento, empeñando su palabra como prisionero de guerra; estableciendo también su intención de abandonar la carrera militar para dedicarse como antes al comercio” atestigua Gillespie “Bajo esta seguridad fue admitido, y aunque por su delicadez no se le arrancó una promesa escrita, sin embargo una, igualmente imperativa, fue declarada por él verbalmente, a ese fin, bajo palabra”.

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Ese mismo día 29, Liniers asiste a misa, en la Iglesia de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento . Tras las conquista, según el libro de actas de Santo Domingo, “se experimentó decadencia y cierta frialdad en el Culto por la prohibición que se expusiese el Santísimo Sacramento en las funciones que de la Cofradía que tuvo a bien mandar el ilustrísimo señor Obispo de esta Diócesis. El domingo primero de julio no hubo más que una misa cantada sin manifiesto, y habiendo concurrido a ella el capitán de navío señor don Santiago de Liniers y Brémont, que ha manifestado siempre su devoción al Santísimo Rosario, se acongojó al ver que la función de aquel día no se hiciera con la solemnidad que se acostumbraba”. Allí pasa de la iglesia a la celda prioral y encuentra al prior fray Gregorio Torres (el de la arenga obsecuente a Beresford) y le asegura: “Hoy mismo, en el transcurso de la misa, he hecho ante la imagen sagrada de la Virgen un voto solemne. Le ofreceré las banderas que tome a los británicos si la victoria nos acompaña. Yo no dudo que la obtendré si marcho a la lucha con la protección de Nuestra Señora”. No obstante la tradición, para Paul Groussac, la promesa de las banderas no fue hecha el 1° de julio, sino el 9 o 10 de julio, cuando se embarca para Colonia.

Liniers asiste a la velada en agasajo a Beresford, por la devolución de las embarcaciones a sus originales propietarios, realizada en la casa de su suegro. Allí conoce al general conquistador y a sus oficiales.

“La permanencia de Liniers en Buenos Aires no duró más tiempo que el suficiente para darse cuenta de nuestro número, de nuestro sistema militar, y establecer, con algunos elegidos en el poder, un plan de revuelta simultánea” anota Gillespie. Tras recorrer la ciudad, tomando debida nota de las debilidades de los invasores, Liniers pasa a transformarse, naturalmente, en el líder de la resistencia. Convence a las otras facciones conspiradas (como la del grupo de Sentenach) de seguir su plan: viajar a Montevideo y pedirle al gobernador Pascual Ruiz Huidobro, 500 hombres con experiencia militar, con los que planeaba reconquistar la ciudad, sumando a los voluntarios que pudiera reclutar Juan Martín de Pueyrredón en la campaña bonaerense.

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“En este tiempo y desde mucho antes, enjambres de agente franceses estaban desparramados en el país, cuyas personas y residencias se conocían bien por este aventurero desleal” dice con encono Gillespie, de Liniers “Justamente contaba con ellos como cómplices, siempre que sus servicios fueran necesarios, y aunque no pudiera reclamar aquellas habilidades, o esa presa, sin embargo compensaba aquellas deficiencias con una artería sin principios y con una confianza mayor en los recursos ajenos, que en los propios. Una vida disoluta y los hábitos despreciables que usualmente engendran semejantes asociaciones, lo habían hecho generalmente conocido y quizás popular entre muchos de clase inferior. De estos podía sacar miles que le siguiesen al campo”.

Esa noche del 9 de julio de 1806 (a una década de la Declaración de la Independencia), Santiago de Liniers pasa la noche en oración, en el santuario de la Recoleta, rezando por el éxito de su intento de reconquista, que se iniciará al día siguiente cuando parta hacia la Banda Oriental.

8.7.06

jueves, 08.07.1806 – convivencia

Mientras las autoridades virreinales y los vecinos más acomodados recibieron de buen grado a los ingleses, dando muestras de hospitalidad y colaboración, las clases más bajas, el pueblo en general, se mostró opuesto a los ingleses, como lo señala la anécdota citada de la moza de la fonda Los Tres Reyes.

Ya Alexander Gillespie señalaba la buena recepción a la ciudad, de parte de las mujeres porteñas. “Los balcones de las casa estaban alineados con el bello sexo, que daba la bienvenida con sonrisas y no parecía de ninguna manera disgustado por el cambio”.

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Una joven Mariquita Sánchez de Thompson (de 19 años entonces) declaraba en su libro de memorias “Las milicias de Buenos Aires: es preciso confesar que nuestra gente de campo no es linda, es fuerte, robusta, pero negra. Las cabezas como un redondel, sucios; unos con chaqueta otros sin ella, unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo, atado a la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos, otros punzó; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados; todo lo más miserable y más feo. Las armas sucias, imposible dar ahora una idea de estas tropas. De verlos aquel tremendo día, dije a una persona de mi intimidad: sino se asustan los ingleses de ver esto, no hay esperanza”. En cambio, “El Regimiento 71 de Escoceses, mandando por el general Pack; las más lindas tropas que se podrán ver, el uniforme más poético, botines de cinta punzó cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta, una gorra de una tersia de alto, toda formada de plumas negras y una cinta escocesa que formaban el cintillo; un chal escocés como banda sobre una casaquita corta punzó. Este lindo uniforme, sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve, la limpieza de estas tropas admirables, ¿que contraste tan grande?”.

A pedido de Beresford, sus oficiales fueron alojados en las casas de los principales vecinos. Eso les permitió a los ingleses convivir y confraternizar con los vecinos más importantes de la ciudad.

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La proverbial belleza de las porteñas no había pasado desapercibida para los ingleses. “El bello sexo es interesante, no tanto por su educación como por un modo de hablar agradable, una conversación chistosa y las disposiciones más amables” cita Gillespie “Era invierno cuando nos adueñamos de Buenos Aires; durante esa estación se daban tertulias, o bailes, todas las noches en una u otra casa. Allí acudían todas las niñas del barrio, sin ceremonia, envueltas en sus largos mantos, y cuando no estaban comprometidas, se apretaban juntas, aparentemente para calentarse, en un sofá largo, pues no había chimeneas y se utilizaba el fuego solamente con frío extremo, trayéndose al cuarto en un brasero, que se coloca cerca de los pies, y entonces ningún extranjero deja de sufrir jaqueca por los vapores del carbón”.

Por las tarde, la banda del 71 de Highlanders ofrecía conciertos en el paseo de la Alameda, oportunidad que las damas más requeridas de la ciudad (como las Marcó del Pont, Escalada o Sarratea) paseaban del brazo con .los oficiales británicos, para delicia de los chismosos porteños.

Un cadete del batallón de Santa Elena, se convirtió al catolicismo y se casó con una criolla, sirviendo como oficial (capitán, anota Gillespie) de Liniers, luego de la Reconquista.

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Beresford, con Pack, Campbell y Folley, eran infaltables al mate de la tarde, que los convidaba la familia Rubio (José Rubio de Velasco y Juana Rivero, los anfitriones) que tenía su casa en la calle San Carlos (actual Alsina). En cierta oportunidad, tras pasear por la huerta con el anfitrión, Beresford descubrió a la pequeña hija de José Rubio, la graciosa María del Rosario, ataviada con la capa, el kepí y la espada del general, dando órdenes a un pequeño regimiento que había formado con los sirvientes y esclavos de la casa. El padre reprendió duramente a la niña que se puso a llorar; Beresford alzó a la niña y le prometió traerle un regalo al día siguiente. Cumpliendo la promesa, le trajo un tambor y un bastón de mando, nombrándola mariscala de su ejército. La pequeña Rosario se tomó en serio su cargo, porque visitaba los cuarteles británicos, acompañada de un esclavo negro que llevaba el tambor, dándole órdenes a los soldados que fingían seguir sus órdenes, para regocijo del general Beresford. Desde entonces, la pequeña Rosario sería reconocida como la “mariscala del 71”.

“Los más de nuestros oficiales se alojan en familias particulares” recuerda Gillespie “que les otorgaban las más bondadosas atenciones que asentaron el cimiento de amistades recíprocas. Dieron muchos ejemplos de bondad natural de corazón y era tan frecuente y tan generalmente demostrada, que nos convencieron de que la benevolencia era una virtud nacional” .

Tal vez, confiado en esa hospitalidad, Beresford había hecho desembarcar su pura sangre, al que solía montar algunas tardes, llegándose sin custodia hasta los altos de Barracas, desde donde podía divisar, con su catalejo, la ciudad a su mando, la flota británica en el Plata y la pampa, infinita, extendiéndose contra el horizonte.

Pero bajo la superficie, la reacción contra el invasor, ya se estaba gestando.

7.7.06

miércoles, 07.07.1806 – juras

Respondiendo a la convocatoria de Beresford al mediodía se presentaron, para jurar fidelidad a Su Majestad Jorge III de Inglaterra, los funcionarios que ocupaban cargos públicos, militares y eclesiásticos prestaran juramento.

El juramento fue realizado por todos los funcionarios, con la excepción de la Real Audiencia y de Tribunal de Cuentas, cuyos miembros pidieron permiso para retirarse de la ciudad y unirse a Sobremonte. Otros que no se presentaron al juramento fueron Francisco Ignacio de Ugarte, Manuel Belgrano y su sustituto en el Consulado, Juan José Castelli. Belgrano adujo enfermedad, para evitar el juramento, saliendo de la ciudad, porque Beresford estaba decidido a que prestara el juramento. “Los demás individuos del Consulado, que llegaron a extender estas gestiones, se reunieron y no pararon hasta desbaratar mis justas ideas y prestar el juramento de reconocimiento a la dominación británica, sin otra consideración que la de sus intereses” cita Belgrano.

“No digo a Vuesa Merced nada sobre el juramento de estos benditos veteranos hechos de motu propio” escribe el vecino Gaspar Santa Coloma en una carta personal “Abiertas las calles de Buenos Aires para salir y quedar fuera y aptos para la reconquista, el teniente coronel Gutiérrez, con cuatrocientos hombres, en el paso Chico, bajó a prestar el juramento de su motu propio; mi paisano Rameri, con cien hombres blandengues de Santa Fe, destinado en la Ensenada, bajó a hacer su juramento, y por este tenor procedieron todos los militares, que es una vergüenza y también muchos vecinos que prestaron su juramento, a bien que no fui yo”.

miércoles, 07.07.1806 – bandos

“El Exmo. Sr. Gobernador tiene por justo mandar por esta proclamación que, todos los que tengan armas (…) las entreguen a los Alcaldes de sus respectivos barrios, bajo el concepto de que el no lo verifique hasta el 12 del corriente mes, y se le encuentren las armas será castigado pagando doscientos pesos de multa”
Bando del gobernador de Buenos Aires, general William Carr Beresford

6.7.06

martes, 06.07.1806 – Santiago de Liniers y Bremond

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Francés, de una familia aristocrática, Santiago de Liniers estaba próximo a cumplir 53 años, en esos días de 1806. Los mejores momentos de la vida del militar parecían haber quedado atrás. Incorporado a la marina española, se batió a duelo con los piratas de Argel, sitió Gibraltar, formó parte de la expedición a América de Pedro de Cevallos y de la expedición científica de Vicente Tofiño, se incorporó al Apostadero Naval del Virreinato del Río de la Plata. En estas tierras había enterrado a dos esposas y a varios hijos. Había intentando las fortunas del comercio, pero chocó con la oposición de los monopolistas españoles porteños, con Martín de Álzaga a la cabeza quien lo acusaría de conspirar contra la corona. Más de una vez tuvo que ayudarlo económicamente su segundo suegro, el próspero comerciante Martín de Sarratea. También parecían frenadas sus ambiciones profesionales, empantanadas en la burocracia española, tras ser gobernador en las Misiones.

La víspera de la primera invasión inglesa, el virrey Sobremonte lo designó al mando de la Ensenada de Barragán, reforzada militarmente ante los rumores de un posible desembarco británico. Paradójicamente, a este militar sin futuro, le esperaban sus mejores momentos en los próximos cuatro años: héroe de la Reconquista, virrey, jefe de la Defensa y, ya en el ocaso, fusilado por el gobierno de la Revolución de Mayo por su fidelidad a la corona española.

5.7.06

lunes, 05.07.1806 - llegaron los caudales

Custodiados por los soldados del Regimiento 71, llegaron de Luján los caudales reales devueltos por Sobremonte. Se presentaron reclamos de algunos vecinos, indicando que había en esos fondos, montos particulares. Beresford prometió analizar caso por caso y hacer lugar al reclamo de ser justificado

4.7.06

domingo, 04.07.1806 - fidelidad al Rey

Por intermedio del Cabildo, el gobernador Beresford exigió a las autoridades civiles que seguían en sus puestos que, a las doce del 7 de julio de 1806, ante su presencia y la del comodoro Popham para que prestaran su "juramento de obediencia y lealtad a S. M. Británica".

Cabe recordar que el día 2 de julio, de acuerdo a las capitulaciones firmadas en esa fecha, la tropa española, sin sus oficiales, formó en la calle 25 de Mayo, frente a las oficinas del capitán Alexander Gillespie y juró su lealtad al rey Jorge III, a cambio de no ser embarcados y retornados a España.

3.7.06

sábado, 03.07.1806 - igual que ayer, igual que hoy, igual que siempre

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"Hace hoy seis días que los ingleses han tomado esta plaza con sólo 1.600 hombres; el pícaro, vil, cobarde e indigno Virrey que teníamos nos ha entregado con la mayor ignominia, separando sin duda a designio cuantas fuerzas teníamos, y llevándoselas consigo, para franquear el paso al enemigo"
De una carta de Juan Manuel de Pueyrredón a su tío y suegro, don Diego

2.7.06

viernes, 02.07.1806 - carta a Baird

Beresford remite los primeros informes al General Baird en Ciudad del Cabo y al Ministro de Guerra, partes que saldrán recién a mediados de julio, cuando zarpen los barcos respectivos. "Aunque tengo motivo para creer que la conducta observada con los habitantes de esta ciudad, desde el momento de nuestra ocupación, los ha reconciliado en alguna forma con nosotros, como un gran número de ellos es afecto a un gobierno que ha existido aquí desde la fundación de la colonia" escribe a Baird "algunos aprovecharían sin duda la oportunidad, de dejar nosotros la plaza con una débil guarnición, para irritar al pueblo y sublevarlo contra nosotros". Con visión profética, en un informe técnico, prevee que ante un ataque, no podrá sostener durante 24 horas su posición en el Fuerte, pues está dominado por casas de altos. Reclama de Ciudad del Cabo 2 mil infantes y 600 de caballería para asegurar la ciudad que parece (sólo parece) mansa.

viernes, 02.07.1806 – capitulaciones

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Condiciones concedidas a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y de sus dependencias por los Generales en Jefe de las fuerzas del mar y tierra de Su Majestad Británica:

1° Se permite a las tropas de Su Majestad Católica que estaban en la ciudad al tiempo que entraron las de Su Majestad Británica, juntarse en esta Fortaleza y salir d ella con todos los honores de la guerra, rindiendo entonces las armas y quedando prisioneros de guerra; pero los Oficiales que sean naturales de la América del Sur, o casados con nativas del país, o domiciliado en él, podrán continuar residiendo aquí mientras se conduzcan como buenos vasallos y ciudadanos, jurando fidelidad a su Su Majestad Británica, o podrán ir a a la Gran Bretaña con los debidos pasaportes, dando previamente su palabra de honor de no servir hasta que se haga el canje regular.

2° Toda propiedad privada, de buena fe, perteneciente a los empleados, así militares como civiles, del gobierno anterior, a los Magistrados y habitantes de esta ciudad y sus dependencias, al Ilmo. Sr. Obispo, clerecía, iglesias, conventos, monasterios, colegios, fundaciones y otras instituciones públicas de esta clase, permanecerá como siempre libre y en nada se le molestará.

3° Toda persona, de cualquier clase y condición que sea, de esta ciudad y sus dependencias, será protegida pro el Gobierno Británico, y no se le forzará a tomar las armas contra Su Majestad Católica, ni persona alguna de la ciudad y sus dependencias las tomará, ni obrará hostilmente contra el Gobierno o tropas de Su Majestad Británica.

4° El Ilustre Cabildo con todos sus miembros, y los habitantes conservarán todos los derechos y privilegios de que han gozado hasta ahora, y continuarán en el pleno y absoluto ejercicio de sus funciones legales, así civiles como criminales, bajo todo el respeto y protección que se les pueda dar por el Gobierno de Su Majestad Británica, hasta saberse la volunta del Soberano.
5° Los archivos públicos de la ciudad tendrán toda protección y ayuda del Gobierno de Su Majestad Británica.

6° Quedan como hasta ahora los varios derechos e impuestos que exigían los Magistrados y oficinas recaudadora,; quienes cuidarán por ahora para recolectarlos y aplicarlos del mismo modo y a igual efecto que antes, por el bien general de la ciudad, hasta saberse la voluntad de Su Majestad Británica.

7° Se protegerá el absoluto, pleno y libre ejercicio de la Santa Religión Católica, y se prestará el mayor respeto al Ilmo. Sr. Obispo y todos sus venerados Ministros.

8° La Curia Eclesiástica seguirá en el pleno y libre ejercicio de todas sus funciones y precisamente en el mismo orden que antes.

9° Se conceden gratuitamente a sus dueños todos los buques del tráfico de la costa del Río, según la proclamación 30 del próximo pasado.

10° Toda propiedad pública, de cualquier clase que sea, perteneciente a los enemigos de Su Majestad Británica, se deberá fielmente entregar a los apresadores; y así como los Generales en Jefe, se obliguen a hacer cumplir con exacta escrupulosidad todas las condiciones anteriores para el beneficio de la América del Sur, así el Ilustre Cabildo y Tribunales se obligan de su pare a hacer que esta última condición se cumpla fiel, debida y honorablemente.

Dada con nuestro sello y manos en esta Fortaleza de Buenos Aires hoy 2 de julio de 1806.

W. C. Beresford, Mayor General
Home Popham, Comodoro, Comandante en Jefe
José Ignacio de la Quintana, Gobernador y Brigadier de Dragones

Witness the above signatures - Testigos de la firma
Francisco de Lezica
Anselmo Saenz Valiente
Geo. W. Kenett, Secretario Militar

1.7.06

jueves, 01.07.1806 – gran banquete gran

En retribución por la devolución de las embarcaciones de cabotaje, los comerciantes porteños retribuyeron al invasor con un banquete de agradecimiento. El agasajo se realizó el 1° de julio de 1806, en la casa de don Martín Simón de Sarratea, gerente y socio de la Compañía de Filipinas, frente a la Iglesia de Santo Domingo, como agradecimiento por la devolución de las embarcaciones. Beresford, Dennis Pack y otros oficiales británicos concurrieron al agasajo, al que concurrieron los más caracterizados vecinos de la ciudad. Entre los invitados, estaba el yerno de Sarratea, Santiago de Liniers, de regreso a Buenos Aires, estimando en persona la posición de los invasores, planeando ya el plan de reconquista.

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La velada fue la comidilla de la sociedad porteña, escandalizando a los vecinos. Los ingleses hicieron gala de su roce social, ganándose el favor de las damas porteñas. La nota de la noche fue el galanteo del capitán George William Kenneth, encandilado por Marianita Sánchez Barreda, una joven dama porteña, que hizo comentar a Beresford, a la propia madre de la joven, “Señora, sus divinas hijas están enseñando a mis oficiales a habitar el cielo”.