21.7.06

miércoles, 21.07.1806 – el túnel

Entre los tantos planes conspirativos urbanos, la mayoría desechados por impracticables, hubo uno que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71. La idea era excavar un túnel, desde el Colegio San Carlos, hasta llegar bajo el cuartel. Una vez allí, se minaría el lugar y al explotar el reducto inglés, se combinaría el atentado con el ataque de unos 500 hombres que Pueyrredón estaba reuniendo en la quinta de Perdriel. El propio Sentenach, disfrazado, entró al cuartel de la Ranchería, para reconocer la disposición de los dormitorios y estimar las medidas que debían utilizar los excavadores. Desde los altos del café de Pedro José Marcó, enfrente de la Ranchería, vigilaban los movimientos de los ingleses.

El túnel comenzó a excavarse, pero el plan no se llevó a cabo. Liniers logró disuadir a los conjurados urbanos de posponer sus planes, por el temor de que una acción fuera de tiempo provocará una represalia sangrienta contra los habitantes de la ciudad. En su lugar, pidió reunir hombres, al tiempo que él mismo pediría el apoyo de Montevideo.

No obstante, los restos del túnel, a medio excavar, pueden verse hoy en día en el trayecto de túneles subterráneos de la Manzana de las Luces, descubierto en 1917 por el arquitecto Héctor Greslebin, quien investigó los túneles de esa manzana histórica de la ciudad, cuando aún era un estudiante de la Facultad de Arquitectura, al asistir al derrumbe de una de las salas en la que se estaba construyendo un nuevo salón de estudios.

No obstante la precaución con que fueron llevadas las obras de excavación del túnel, los ingleses ya estaban al tanto del hecho, como lo prueba las anotaciones del capitán Alexander Gilespie: “Frente al cuartel del régimiento 71 había un seminario perteneciente a la orden de San Francisco, que con todas las casas contiguas, gradualmente se abandonaron por los estudiantes e inquilinos. Una calle angosta mediaba entre ambos y se cavó una mina desde el colegio hasta el ángulo suroeste de las cuadras de los soldados. Un muchacho tambor en una de ellas dio cuenta a su sargento de haber sido repetidamente molestado por un ruido durante la noche, como si procediese de trabajadores subterráneos. Se acudió a un expediente, poniendo varios mosquetes, cañones para arriba, suavemente asegurados en el suelo, sobre los que se colocaron algunos alfileres, de modo que se desarreglaran a la menor concusión. Una mañana se hallaron en el suelo, mas, aunque se ordenó una investigación, nada se descubrió, porque la boca de la mina no pudo retrasarse; pero el hecho se descubrió después: se trataba de un infernal complot para hacer volar nuestros hombres mediante treinta y seis cuñetes de pólvora” .