11.7.06

domingo, 11.07.1806 – el gran equilibrista

Por sus espías, Beresford estaba al tanto de los dos grupos políticos que se perfilaban en la sociedad porteña: los criollos y los españoles. Beresford planeó manipular a ambos bandos, para sostenerse en el poder, hasta que pudieran llegar los refuerzos británicos que avalaran los frutos de la aventura militar que perpetraron con Popham. Por eso, sus primeras medidas son de mantener a todos en sus cargos, respetar las costumbres de la población y liberar el comercio, reduciendo los derechos de aduana, para ganarse el favor de los criollos.

En un primer momento, mientras descifraban la actitud futura de Beresford, el grupo esperó antes de tomar una decisión. La primera oposición a los conquistadores provino del grupo de los españoles que veían en peligro su cómoda posición económica. El grupo criollo mantuvo reuniones con Beresford para que Gran Bretaña asegurase la independencia de la colonia, a cambio de ayudar a Inglaterra en su expedición. El miedo principal de los criollos era que, de colaborar con los ingleses, debieran soportar la devolución de la colonia a España (como Inglaterra había hecho con Guadalupe y Martinica, más de una vez, tras sendos tratados de paz) y soportaran la represalia de los españoles, una vez que éstos recuperaran el poder. Cuando Beresford no pudo prometer el apoyo británico (básicamente porque no tenía órdenes para eso, porque su gobierno no había aprobado inicialmente la operación militar), el grupo criollo dejó al gobernador británico librado a su suerte. Algunos como Castelli o Belgrano, en una actitud prescindente; otros, como Pueyrredón, uniéndose a las fuerzas españolas y yendo, directamente, al enfrentamiento militar con los invasores.

Un hecho fortuito reforzó el fracaso del coqueteo con los criollos. Para estos días, se supo en Buenos Aires de la muerte del primer ministro William Pitt y el desalojo de los tories del gobierno británico; en su lugar, asumió la oposición, los whigs, partidarios de la conquista militar, más que de los acuerdos políticos.

Como citara Cornelio Saavedra en sus Memorias: “Pasado el primer espanto que causó tan inopinada irrupción, los habitantes de Buenos Aires acordaron sacudirse del nuevo yugo que sufrían”.